viernes, 17 de noviembre de 2017

Una estafa con olor a ilusión



 
Lo divino siempre aparece


Se me acerco con ese tufo a orine macerado, rancio y ácido.
Necesitaba ayuda. Como siempre.
Traía su móvil en la mano.
No es amiga de la tecnología, ni de nadie.
Balbuceó en su español obligado unas cuantas palabras.
El hedor a “miao” almacenado me desconcentró.
No entendí. Semejante error.
Devolví el cuestionamiento, evidentemente.
Las sudamericanas somos brutas. Eso siempre me decía, “pero no es contigo”.
Ella en cambio es de una raza superior, próspera e “independiente”.
Se trata de una gente con al menos cuatro idiomas. Como si el lenguaje los hiciera hombres de bien, y menos vulnerables al error.
Gente que no se va de “tapas y cañas”.
Gente que curra 14 horas al día.
Gente que mantiene y sostiene la economía de España.
Ella podría personificar el “tópico” pero su humanidad eligió otra ruta.
Se decantó por aquello de vivir de la apariencia y alcanzó un doctorado en manipulación, la herramienta perfecta para gestionar sus “chanchullos” y no morir en el intento.
Ciertamente las horas del día no podían tener desperdicio. Bien las invertía en cómo “liarla”; y en cómo sacarle el máximo rendimiento a Google Translate.
Buscar fantasmas era su hobby favorito. Paranoica incluso de su propia sombra, esa que de una manera u otra le susurraba que las cosas que hacía no estaban bien.
Se tenía que montar la película.
Lo hacía con la confianza de que lo único prohibido es matar gente. De resto, todo es válido.
Confianza?
Un valor tan exigido en esta sociedad que espanta y escandaliza.
Como si cada persona y situación estuviera siempre en tela de juicio. Y si la expectativa se sale del molde, tela, se baja de categoría, sin margen a la duda.
Otra vez, se trata de una raza superior. 
Pero vuelvo a mi roommate.
Las pautas de convivencia eran ilógicas e impuestas, y como inquilina:
·         No podía hacer vida matutina en los espacios comunes porque le alteraba el sueño.
·         Lavar la ropa estaba supeditado al ojo % de su criterio en higiene.
·         Su presencia en “casa” era la única forma en la que yo podía estar ahí también. De lo contrario, calle. No tenía llave, me la había quitado.

Y sí, así fue como durante mes y medio me convertí en una especie de homeless, surcando bibliotecas; tratando de usar el tiempo a favor; esperanzada en tener respuesta positiva sobre asuntos migratorios que tenía en marcha y, por supuesto, encontrar un espacio digno donde vivir.
Pero nada de esto pasó.
No tuve respuesta positiva y  tampoco encontré el piso ideal. El mercado inmobiliario en Barcelona es muy heavy.
Aun así, el milagro ocurrió. Pero esto no pasa chasqueando los dedos. Ocurre con firmeza y decisión. Lo demás viene del cielo y se manifiesta a través de los ángeles que están en la tierra.

Lo divino se aparece ante usted para demostrarle el infinito amor que siente hacia usted”

El lunes 13 de noviembre mientras esperaba sentada en las escalara por la llegada de esta mujer, “la loca” -como algunos de mis amigos le bautizaron-, apareció mi vecino, oriundo de Bilbao.
Era la tercera o cuarta vez que me ofrecía entrar a su casa. Por respeto a la intimidad de su hogar, y sin ánimos de contaminarle por mi situación, otra vez me negué.
Me quedé pensando en cómo hacer para salir de ese infierno de manera inmediata; en cómo hacer para rescatar y dejar mis cosas de manera segura mientras conseguía algo dónde hospedarme.
Tic Tac, tic tac, tic tac…El tiempo seguía.  Yo, la escalera, el frío y los pensamientos.
Lo único que sabía era que necesitaba “formas” para respaldarme y recuperar al menos la fianza que había dejado.
El alquiler de pisos/habitaciones en BCN es un asunto de mercado negro. No tenía ley que me amparase.
Así que le toqué el timbre al vecino para formularle unas preguntas, y otra vez me invitó a pasar. Esta vez acepté.
La improvisada visita fue adorable. Él y su esposa (uruguaya) se convirtieron en mi refugio y en mi esperanza. Eran todo lo que necesitaba.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, tal como lo habíamos organizado, mis cosas estaban pasando del 1-2 al 1-1.
La escena con “la loca” no fue una sorpresa: nervios, amenazas, conjeturas, chillidos… más de lo mismo. Era de esperarse. No me importa. Tampoco me importa mucho el que haya perdido quince días de renta y el que no vea claro cómo recuperar la fianza. Una estafa.
Estoy feliz. Salí de ahí.
Hay gente genuinamente buena y bondadosa en la vida, y los tenía muy cerquita.
De los otros dos amigos que he hecho en Barcelona, un venezolano y un catalán, tampoco podía esperar menos. Uno me ayudó con la mudanza y ha sido el catalizador negativo de mis “circunstancias”. El otro me ofreció la habitación que tenía libre en casa y que se estaba planteando alquilar.
Así funciona la vida, haciendo bien, con redes, con palabra, con integridad, y con reciprocidad.
Los aires de superioridad no tienen que ver con nacionalidad. Tienen que ver con gente insolente que solo se mira hasta donde su ombligo se lo permite.
Y sí, puede que me haya topado con algunos de ellos.  Pero no son la mayoría.
La mayoría son como Luis y Ana (los vecinos), como Rodrigo (el sifri-friedman), como Albert (mi actual roommate). La nueva gente que habita en mi corazón y que le dan a la vida este olor a ilusión.




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