Un día
tuve la brillante idea de meterme en una de estas aplicaciones para conocer
gente y hacer amigos, aunque por unanimidad todo el mundo piense que lo hice
para ligar. Sobre ese tema no pretendo apelar a la defensa y mucho menos
discutir.
Y es que
sobre los dos primeros asuntos tengo dominio. Sobre lo de ligar, tengo mis
dudas.
No sé si
es un concepto que está directamente relacionado a ir por el "amigo follón"
y satisfacer el "bajo instinto", o si la idea es conseguir pareja de
verdad, de esa con la que compartes, viajas, le hablas chiquito, etc.
Fuera de
que tenía un año y medio sin regar el jardín y por otro lado no debería
extrañar lo que nunca he tenido, el tema de "Ligar" no suponía un
problema y tampoco lo fue. Sé decir que no, si no quiero, y las hormonas luego
de los 30 no suelen sabotear la partida.
En
términos muy pragmáticos, sabía cuál era mi intención al meterme en Happn, y lo
digo con orgullo. Comenzar una nueva vida en un nuevo país, una nueva ciudad,
Madrid, suponía un reto personal y a la vez una nueva oportunidad para superarme.
El haber
vivido para ese entonces en 4 países diferentes me ha enseñado que la única
cosa letal es la soledad. El no tener con quien hablar; con quien compartir. Es
duro. La vida del expatriado es muy dura. Durante los primeros tres meses el mood es de turista. Todo es nuevo, hay muchos
sitios por conocer, mucha gente abierta para hacer planes. Y después, cada
quien a lo suyo. El entusiasmo de entrada se diluye. Y eso duele!
En fin,
estaba dispuesta a probar nuevos recursos y me metí a Happn. Una aplicación que
compatibiliza gente que se cruza en el camino.
Mi
tránsito por la red duró no mucho más que una semana. Y durante esos días corroboré
que sí que es cierto que hay una relación directamente proporcional entre estar
en la “vitrina online” y el hecho de ligar, entendido como asunto de buscar
sexo.
A las
primeras de cambio mis earlier followers descosieron su intención. Cosa que agradezco
porque si hay algo que valoro es la conversación genuina y transparente. Además, qué otra cosa podía esperar? La mojigatería no
es asunto del siglo 21, y dicen que al cuerpo hay que darle lo que pide.
Lo que yo
pedía era amistad, lo demás en todo caso vendría por añadidura. Y lo logré.
Coseché tres hermosas amistades que si bien tuvieron su momento de gloria face to face, hoy por hoy se mantienen
ahí aunque nos separa la pantalla y el teclado.
El
alemán, 41, me enseña (aunque llevo la materia en reparación) de la magia del
tiempo, del poder de concentración, y del cuidado por el detalle. Madre mía,
que habilidad para reducir el desperdicio. Eso es un arte.
Javi, 32,
never stop exploring, oportuno como él solo. Parece mi hermano menor.Me manda
a descansar, a desconectar, y aunque intuyo que no tiene ni idea de lo coqueta
que puedo ser, hasta me mandó a la peluquería.
Bencho,
40. Se ha convertido en mi psicólogo personal. Sabe de mis circunstancias
actuales y del nuevo proceso de readaptación que llevo. Durante nuestra última conversación disparó:
"Lo
mejor de todo es no anhelar nada. No tener ideas prefijadas, o expectativas
concretas. Ir descubriendo (...)”.
A ver. Un
momentico. Sí, quiero descubrir, pero también anhelo.
Anhelo fundamentalmente
estar estable y no tener que preocuparme por asuntos legales.
Anhelo
ser una mejor versión de mi misma. Hoy me encuentro desagradable. Me he
pillado con el carácter sensible, irritado e insolente. Ya alguien pagó por
ello, y es algo que todavía lamento.
No estoy
exenta de cometer errores. Los seguiré cometiendo e iré aprendiendo de ellos. Happn no
lo fue. Al contrario, la plataforma me ha dejado un bonito sabor de la amistad
online.
Aunque el
fin no es el mismo, hoy pruebo con esto de escribir. Me gusta; me ayuda a
relajarme y me hace sentir.
Sigo
descubriendo…